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El extraditado

noviembre 10, 2014 Deja un comentario

El pasado 29 de octubre se presentó el libro El extraditado, de Juan Carlos Reyna, en casa Lamm. Acompañaron al autor Lorenzo Meyer, analista político e historiador y Luis Astorga, especialista en el tema del crimen organizado en México. El extraditado al que alude el título es Benjamín Arellano Félix, una de las principales cabezas del narco en este país y una pieza clave que, de hablar, arrojaría mucha luz para entender la crisis de violencia, desgobierno e inseguridad que ahoga al país.

Reyna entrevistó al criminal. Con ese material, declaraciones de testigos protegidos e investigación en archivos, escribió una obra de ficción sobre la cabeza del clan Arellano Félix y uno de los pilares del tráfico de drogas en el país y en el mundo. Algo que lamenta el entrevistado, y así consta en declaraciones, es haber dejado la escuela. Se quedó en la prepa y se quedó con las ganas de ser médico. El libro da cuenta de su trayectoria,  de su paso de persona común y corriente a traficante de whisky, cigarros finos y electrodomésticos para los pudientes de Sinaloa en aquellos años: Amado Carrillo, Félix Gallardo, los jefes de la policía y políticos, entre otros. El siguiente paso fueron las drogas ilícitas, de las cuales, dice, él siempre se ha mantenido alejado por considerarlas inmorales y destructivas. Una doble moral que cuesta creerle, pero que habla de una realidad que sustenta todo el problema: la delincuencia ha crecido alimentada, entre otras cosas, por las carencias y la falta de horizontes de ocupación y crecimiento que conllevan.

extraditado

Una de las interrogantes que le llaman la atención a Lorenzo Meyer es, ¿en qué gastan miles de millones de dólares los narcos? El autor documenta que hay varias respuestas. Por un lado, el narco es tan grande, que no lo vemos. Con el dinero del tráfico de drogas se han hecho ciudades, hospitales, plazas, avenidas, carreteras,  infraestructura a lo grande y se colocan políticos y funcionarios clave. Por otro lado, se ha usado para cumplir fantasías que nacen entre los ambientes de miseria y descuido en los que mucha gente enrolada en la mafia crece. Al respecto, Luis Astorga subraya que los Arellano Félix, en sus inicios, reclutaron a gente latina, nacida en San Diego y a militares de Medio Oriente para capacitar a los pochos y a juniors, hijos de los mismos mafiosos, con lo que lograron un equipo de trabajo muy especializado, disciplinado y, sobre todo, leal. Luis Astorga, autor de El siglo de las drogas, hace un breve recuento del origen de este  complejo laberinto que es el trasiego de sustancias consideradas ilícitas y deja en claro que los negocios ilegales prosperan sólo con la colaboración de las autoridades, sea por acción, omisión o venia.

Entre los aportes más importantes de este libro, se encuentra el hecho de lo difícil que es documentar la historia del crimen organizado a partir de las versiones de los narcos, porque no escriben, no hablan, no conceden entrevistas y las autoridades que trabajan con o para ellos, obvio, niegan todo o dan su propia versión, contando una historia en la que ellas son ajenas e inocentes.

Otro aporte es la constatación de que estamos en un estado narco, financiado y dominado por las mafias y sus intereses. La colaboración es estrecha y la frontera entre funcionarios y criminales es muy delgada. ¿Cómo pudo (o puede) la Tuta exportar miles de toneladas de acero a China? ¿Cómo pueden ordeñar ductos de gasolina, incluso a metros de la torre de Pemex? Hay miles de ejemplos de la connivencia entre el narco y los administradores de las instituciones y los gobiernos. El extraditado es uno de ellos.

Por algo se los echaron (!?)

Esta mañana una persona que trabaja con estudiantes se manifestaba en contra de los cierres de las escuelas. Lo encuentra completamente inútil. Dice que si quieren hacer algo de verdad, que cierren Periférico, las casetas, que paren la ciudad. Que si los medios inflaman cualquier acción que atente contra el tráfico o contra el status quo, que esa es su chamba, a fin de cuentas. Él siempre porta pants de la UNAM muy orondo. Creo que hasta ahí llega su compromiso universitario. Aseguraba que detrás de los normalistas de Ayotzinapan hay grupos como los del PRI que patrocinaban a los porros de la prepa Fresno. Dio a entender que él fue uno de estos últimos. Que no son angelitos los normalistas y que por algo “se los echaron”, acabó esta persona.

AyotziLos argumentos contrarios los desdeñaba generalizando y gesticulando al estilo “nada diferente a lo que yo diga importa”. Ante la explicación de que los movimientos se construyen con la organización, a través de procesos, dijo que la contundencia estilo kamikaze y la inmediatez mediática, tipo pasto para portadas sangrientas al otro día, o nada.

Todo esto me hizo pensar que el suyo es el mismo sentir de millones de mexicanos: si no me afecta, no me importa y pónganse a estudiar, no a andar de revoltosos. La masacre de los normalistas toca otros terrenos mucho más trascendente y preocupantes. Los ejecutores son tan abominables como los perpetradores. Más allá de la antipatía que se pueda tener a la gente que protesta, argumenta y actúa, como muchos normalistas y estudiantes y trabajadores, como en cualquier otro lugar los puede haber dentro de la sociedad, estamos frente a hechos más profundos:

 

  1. El gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, declara que sabe que otros funcionarios del estado están coludidos con el narco o trabajan para él.
  2. La policía, al menos probadamente la de Iguala, trabaja para el narco. Al interior de la misma hacen bandas criminales, como Guerreros Unidos.
  3. El presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca y su esposa, Ma de los Ángeles Pineda, son narcos o trabajan para el narco.

 

Aun dejando de lado el siniestro y cínico hecho de que financiamos a bandas criminales policiacas y de funcionarios, porque además de delinquir cobran un salario del presupuesto, estamos en manos de ya no sabemos quién. La procuración de justicia le rinde cuentas al que debe combatir y aterroriza al que le debe rendir cuentas.

 

No es descabellada la hipótesis de que estas son las primeras muestras de un panorama de represión que se avecina. Un calis de lo que puede pasar si la gente quiere salir a protestar ahora que vengan las trasnacionales a arrasar con petróleo, minas, agua, suelos y lo que se atraviese con las reformas energética y hacendaria.

 

La desaparición y, seguramente, asesinato de los normalistas, va más allá de los enraizados odios del pobre hacia el pobre. Apunta a un estado de terror, represión y violencia de estado que no se va a parar en estudiantes pobres. Pueden ser el botón de muestra.

La dictadura perfecta / Luis Estrada

Luis Estrada agrega una más a su lista de películas contundentes, polémicas y críticas de la podredumbre sistémica. Los partidos políticos funcionan como empresas de colocación; la mafia está en las curules, en la tele, en los contratos, en las calles, en todos lados, de cuello blanco y de bota piteada, a todo se adapta. En La Dictadura perfecta vemos una recreación que, todos sabemos, está muy cercana a la realidad, del engendro de un personaje. La televisora más poderosa de este país, como la academia de la lengua española, limpia, fija y da esplendor, no a la lengua, sino a un títere que pone la cara, se gana a la gente vacua, igual que él, y por la espalda les abre la puerta de los recursos de la nación a todos sus compadres, nacionales y extranjeros.

Como en la Ley de Herodes o el Infierno, la trama se basa en la sátira y la comedia. Los guiños, las alusiones, arrancan risas entre el público, porque hay una identificación con la realidad. Una escena de dinero y ligas vista desde una cámara de vigilancia y la gente ríe. Una escena de vote por quién cree usted que es el culpable y la gente ríe. Son como memes, son parte de los referentes colectivos de los mexicanos de hoy. Todos sabemos a qué se alude. Es el propósito, lo ha dicho el director y escritor, fomentar conciencia entre los mexicanos presentándoles la realidad dramatizada y barnizada de comedia, pero al fin, no en el fondo, apenas debajo de una delgada capa de actuación, es el día a día de este país. Mientras lo ves en la pantalla, está pasando, están matando, secuestrando, violando, metiendo dinero en maletas, firmando contratos millonarios y saqueando lo que se pueda.

Este es el punto en el que muchos nos quedamos flotando en un silencio en el que todo se detiene y nos preguntamos: ¿por qué no me río? Los demás rompen en carcajadas, manotean de risa y uno sí entiende el chiste, pero no puede reír. Lo que estamos viendo es demasiado fuerte (aun capeado de comedia), real, crudo, frustrante. Vemos un funcionario de televisa tratando con desparpajo y prepotencia a un presidente pelele. Confirma lo que sabemos; y es chistoso cómo lo zarandea, la gente ríe, pero muchos no podemos.

El mismo Estrada ha declarado en entrevistas que sabe muy bien que una película no va a cambiar nada, no va a generar una movilización masiva, no, nada, como siempre, todo queda igual, no trastoca nada. En esta ocasión, como en otras, Televisa se montó, dijo que apoyaba y a la mera hora se echó para atrás. Ahora Estrada está bien endeudado. Apoye o no apoye, la gran mayoría de la gente no va a dejar de ver y consumir Televisa. Aunque la empresa patrocine una película que la critique y exhiba cómo lleva décadas operando en este país, eso no le hace ni cosquillas. Está muy inserta en los hábitos de millones de personas fieles a su programación, a sus noticieros, a sus programas sensibleros, de presunta comedia y a todo lo que le venga en gana poner al aire.

Una frase gastada para referirse a una peli es: “está buena”. Algunos dirán que aplica para ésta. A mí me parece que es un recordatorio más de la pesadilla en la que estamos metidos como sociedad y como individuos. No es ni sano ni normal vivir entre balaceras, atracos y secuestros. Gobernados por grupos autoreciclados, coludidos con la mafia, tapándose unos a otros, con empresas enjuiciadas en otros países y sobre todo con una inagotable hambre del poder por el poder.

El chiste está muy cerca de la realidad como para reírse.

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Nación TV

Roberto Gómez Bolaños es un buen ejemplo para empezar. Como muchas cosas en este país, él viene de la transa, el cochupo, la mordida, la corrupción, el nepotismo y la violencia. El autor documenta que era parte de la pandilla del Negro Durazo y Luis Echeverría que operaba en la colonia Del Valle. Para completar el cuadro, sobrino de Díaz Ordaz. Con el tiempo, y con esos conectes, se enquistó en la televisión mexicana y latinoamericana hasta el día de hoy, gracias a una caricatura (¿pleonasmo?) que sustituye a los personajes de carne y hueso y sigue la misma línea gastada  de “cachetadas y pastelazos” que refiere Mejía Madrid. Por supuesto, perpetúa al muerto de hambre sin casa que hace lo que sea por un pedazo de pan, al pobre con ínfulas de rico y al idiota conformista como candidato a seguirlo siendo, porque así es la vida y no vale la pena querer salir del agujero-vecindad donde se vive. Fue a llevar el cáncer de sus gracejos a Chile y Argentina durante las respectivas dictaduras; se cuadró ante Pinochet y Videla y ellos lo recibieron como jefe de estado. Al día de hoy, tal vez media Latinoamérica lo abomina, pero la otra mitad lo idolatra y lo seguirá haciendo quién sabe por cuántas generaciones.

 

En esta novela, Fabrizio Mejía presenta instantáneas de momentos clave en la historia de la televisión en este país, que en realidad se reduce a la historia de tres hombres, abuelo, padre e hijo, desde siempre  rodeados del sistema, presidentes, saqueadores disfrazados de empresarios, mafias, lujos, mujeres y una enorme alfombra debajo de la cual esconder las toneladas de porquería que cuesta mantener la caja idiotizante encendida perpetuamente.

Hoy es lugar común  -y no por eso menos cierto- decir que prácticamente no podemos hacer nada sin que de alguna manera beneficiemos a Carlos Slim: levantar el teléfono, usar un cajero, prender la luz, conectarse a Internet, tomar agua, encender el coche, en fin, casi lo que sea. Con los Azcárraga y Televisa ocurre algo similar, según se lee en Nación TV. Hace poco murió el celebrado arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. El INAH se regodea con el mote “el arquitecto que construyó para la gente”. Puede ser, pero entre esa gente debería especificar la que se apellida Azcárraga o Sada: les hizo el Estadio Azteca y la Basílica de Guadalupe, dos templos para estar perfectamente amaestrados (sin contar que coordinó las olimpiadas del 68 y siempre fue incondicional del Ordaz y subsecuentes). Comprar cualquier cosa que se anuncie en la tele, es aportar para que este Emilito, como su padre, pueda escaparse de los tormentos de ser millonario y poderoso en súper yates de millones de dólares que miden casi lo mismo que una manzana donde vivimos los de a pie.

naciónTV

Nación TV cuenta con nombres y apellidos la macabra boda indisoluble entre los que administran el país y los que se encargan de apaciguar a los administrados. Por supuesto, no puede quedar al margen de esta ceremonia el administrador de los administradores, el narco, que se pasea como por su casa entre sets, estudios, grabaciones y camerinos repartiendo golosinas para que los rostros bonitos de los programas matutinos salgan con bríos a promover las campañas contra las drogas y los valores familiares. Es una realidad que lo que no sale en la tele, para la gran masa, no existe. Esta historia de la televisión mexicana, la de una familia, la de un hombre, nunca la va a contar Krauze. Si tienen tele, mejor úsenla para ver películas interesantes.

Para que el silencio no avance

Esta mañana se inauguró la exposición ¡No nos callarán! Las batallas por la libertad de expresión, en el Museo de la Memoria y la Tolerancia. Se recordó que en lo que va del año, en México han asesinado a 72 periodistas y 15 se encuentran desaparecidos. Las cifras de 2012 son escabrosas: con decir 30 asesinatos ya se entiende lo mal que estamos en garantías mínimas de seguridad para la libertad de expresión en este país. Los curadores, entre ellos Sergio Aguayo y Darío Ramírez, de Artículo 19, recordaron que este no es un problema del gremio periodístico, sino de toda la sociedad, pues el derecho a estar informados no puede estar controlado por los criterios de funcionarios delincuentes o por el narco.

Desde el inicio de la administración calderonista, la persecución de profesionales encargados de informar a la población continúa y aun se ha recrudecido recientemente, con ataques, asesinatos, desapariciones y demás formas de imponer el silencio a reporteros, periodistas, directivos, editoriales y medios en general, incluidas las redes sociales. Si eso es indignante, más lo es saber que el 48% de esas intimidaciones y agresiones proviene de funcionarios públicos.

Al pasar a la exposición, en la que aclararon que no se cortaría, sino que se desataría un listón, el recibimiento lo dieron con una mordaza blanca que había que atarse para recordar de qué se trata este esfuerzo por no dejar que el silencio avance y nos aplaste. Lo primero que se ve en la sala es una caricatura emblemática de Abel Quezada, aparecida el 3 de octubre de 1968: un rectángulo negro con el letrero ¿Por qué? Los materiales de la exposición detallan los tipos de agresiones, las zonas más calientes, las historias y algunos rostros de los que han sido silenciados.

Una recreación de un escritorio de trabajo exhibe mensajes intimidatorios en los que o se ofrece dinero a cambio de dejar de “jugarle al héroe” o de plano se chantajea con la muerte del periodista o de su familia.

Para apoyar este esfuerzo de medios y organizaciones nacionales e internacionales, como Artículo 19 y Freedom House, invitan a firmar una carta dirigida a EPN en la que la esencia es menos promesas y más acción. En la fila de los firmantes, por cierto, estaba Carmen Aristegui, quien acababa de transmitir su noticiero desde el mismo Museo.

El grito de no nos callarán no es sólo de los periodistas o de los medios. Es de todos.NONOSC~1

Broken Penguins

Saving broken Penguins, one page at a time.